¡Hoy 30 de agosto cocimos ollas…!

Negro grafiteado con manganeso mate, o sea, negro sobre negro.  Me siento contenta porque dos ollitas mías salieron bien, se lograron sin quebrarse.  En esta ocasión yo fui la más afortunada porque las ollas de Tere y de Nat desgraciadamente sí se rompieron en el cocimiento.  De hecho, la de Tere ya se había «ido» «como hilo de media» como lo describió Natziheli.  De todas maneras se lograron salvar porque las «imperfecciones» quedaron en lugares ocultos.  Iré publicando algunas fotos de esta quema estilo Mata Ortiz.  Hoy participamos el Maestro Eusebio Ortega Moreno, la Arquitecta Teresa Cervantes Díaz de Izaguirre, la Profesora Natziheli Tarín de Castellanos y una servidora, la Westrup Sada de Cancún.

Hace como tres días estaba yo pintando una preciosa pieza de barro blanco, tal vez mi favorita, y comencé a sentir más dominio del pincel, más fluidez y seguridad en mis trazos.  Me concentré y entré en un estado casi hipnótico, tomando un ritmo muy especial al estar pintando, al sentir que el pincel me obedecía pero al mismo tiempo que él me llevaba a mí, como tomada de la mano.  En un accidente, mi obra de arte se me cayó y se hizo pedacitos…   Mi reacción me sorprendió:  Sentí que no importaba tanto porque ahora podría hacerla de nuevo… y seguramente mejor.  Porque ya me di permiso de ser una ceramista.  Sin miedo.  So be it!

A dos años de ser aprendiz ceramista, discípula del Maestro Eusebio Ortega Moreno, originario de Juan Mata Ortiz, Chihuahua, México.

En mi taller acaricio el barro, lo maltrato, lo golpeo, me peleo con él y luego hago las paces.  A fuerza de golpes lo convenzo de brindárseme rendido.  Se  acomoda y se adapta a mis designios.  Se rinde ante mis caricias y torturas y al fin se me entrega sumiso.  Le doy forma y el lodo se transforma en algo, se define, se erige como una estatua.  Se diferencia y se vuelve único, se concretiza, se sustenta, se manifiesta…

Después, esa forma que mis manos revelaron de lo amorfo, esa construcción sin par, ese objeto único, se seca y se quiere terso y suave.  Y se pule, se desbasta, se bruñe y se abrillanta, una y otra vez, para volverlo joya, una olla-joya de estilo Mata Ortiz…

Y la meditación profunda sucede cuando comenzamos a pintar…