En mi taller acaricio el barro, lo maltrato, lo golpeo, me peleo con él y luego hago las paces. A fuerza de golpes lo convenzo de brindárseme rendido. Se acomoda y se adapta a mis designios. Se rinde ante mis caricias y torturas y al fin se me entrega sumiso. Le doy forma y el lodo se transforma en algo, se define, se erige como una estatua. Se diferencia y se vuelve único, se concretiza, se sustenta, se manifiesta…
Después, esa forma que mis manos revelaron de lo amorfo, esa construcción sin par, ese objeto único, se seca y se quiere terso y suave. Y se pule, se desbasta, se bruñe y se abrillanta, una y otra vez, para volverlo joya, una olla-joya de estilo Mata Ortiz…
Y la meditación profunda sucede cuando comenzamos a pintar…
nunca mejor expresado!!!…tal cual, así es esta experiencia del aprendizaje de la cerámica de Mata Ortiz…